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  • Alex Tame

Las manías y malos hábitos son el principal enemigo de tu embrague

Aunque el cambio automático gana adeptos con cada nuevo coche que llega al mercado, no podemos olvidar que el cambio manual y su obligado pedal izquierdo de embrague siguen siendo mayoría. Hablamos de un componente de vital importancia en el funcionamiento de nuestro motor, elemento cuyos problemas pueden ocasionarnos un grave y costoso imprevisto. Por lo que qué mejor que unos consejos sobre el embrague, sus usos y las manías a evitar para alargar su vida todo cuanto sea posible.

La función y mecanismo del embrague es sumamente sencilla, encontrando como este elemento tiene como único objetivo conectar y desconectar el motor y la caja de cambios cuando el conductor lo necesite, siendo el elemento encargado de sufrir las fuerzas de rozamiento, vibraciones y temperatura que implica igualar las revoluciones entre el volante de inercia conectado al cigüeñal y el eje primario de la caja de cambios. Hablamos entonces de un elemento cuya misión es sufrir en pos de ofrecernos un trabajo más fácil y confortable, de ahí su importancia, pero al que afectan nuestros malos hábitos de forma muy sensible.

Las averías más habituales en un embrague

Las principales averías relacionadas con el embrague tienen que ver con: uno, el propio disco de embrague debido al excesivo resbalamiento entre el disco y la superficie de contacto del volante de inercia, y dos, por rotura o deformación en los elementos que lo comandan como plato de presión o collarín – elemento de mando que presiona al disco de embrague contra el volante de inercia -.

Los problemas con el disco de embrague se resumen en un desgaste excesivo o desigual de su superficie de contacto. Este problema aparece cuando hacemos un uso indebido del embrague, por ejemplo abusar del embrague para frenar el vehículo en pendientes, fuertes retenciones del motor, cambios de relación con fuerte aceleración del motor durante el proceso o cambios de relación sin pisar el pedal de embrague a fondo. Todo ello obliga al disco de embrague a soportar fuerzas superiores a las que debe asumir su diseño, lo que implica un rozamiento y temperatura muy superiores en su material de fricción que terminan por degradarlo cuando no por crear pérdidas de material, completas o parciales. Los síntomas del desgaste de un disco de embrague son muy evidentes, encontrando como ante fuertes aceleraciones el motor sube de vueltas sin que el coche acelere, vibraciones a la hora de soltar el embrague debido a la superficie irregular del disco, dificultad para introducir las marchas si el disco está tan deteriorado que no es capaz de igualar revoluciones de motor y cambio, ruidos al embragar y desembragar, etc.

Para prevenir estos problemas lo primero que debemos tener en cuenta es que el embrague es un elemento diseñado para sufrir, pero siempre de una determinada forma. Esto significa que debemos gestionar el uso del embrague con toda la suavidad posible, tanto a la hora de accionar el pedal, como al soltarlo. También es importante que la transición entre relaciones se realice sin acelerar el motor durante el proceso de cambio.

Evitar retener el coche con el embrague, para eso ya están los frenos. Por último, asegurarnos siempre de pisar el pedal de embrague hasta el fondo, lo que implica adquirir una correcta postura de conducción sabiendo cuál es el recorrido que ha de realizar nuestra pierna izquierda.

En el caso de los defectos en el plato de presión y el collarín, estos vienen dados por conductas más agresivas al volante o especialmente descuidadas. Estos elementos son los encargados de, primero obligar al disco de embrague a mantener su presión sobre el volante de inercia, y en en el segundo caso a transformar nuestra fuerza sobre el pedal en la presión necesaria para embragar y desembragar. Estos elementos, como sucede con el disco de embrague, se ven sujetos a problemas de temperatura, vibraciones y rozamientos, aunque en menor medida y de otra índole. La principal causa de averías en estos sistemas la encontramos en todos aquellos conductores que gustan de apoyar el pie de forma constante en el embrague o los que gusta de jugar con el medio embrague para mantener el coche en pendientes o salir los primeros del semáforo. Podemos decir a grandes rasgos que el conjunto de embrague es un mecanismo de On/Off, tratado con suavidad, pero todo lo que sea buscar un funcionamiento más allá es un boleto seguro hacia el taller.

Cambiar el embrague de los coches no es nada barato

Las averías relacionadas con el embrague de un vehículo suelen ser bastante costosas, no tanto por los componentes, aunque hay de todo, sino por la mano de obra necesaria para su sustitución. Fácilmente nos movemos en cifras a partir de los 250-300 euros en coches modestos, pero la cifra puede duplicarse con pasmosa facilidad. Dada su ubicación entre motor y caja de cambios, la sustitución de un embrague obliga a desmontar el grupo de transmisión al completo para poder acceder al embrague. Esta tarea ya obliga a echar un buen puñado de horas en un simple coche de tracción delantera, por lo que cuando abordamos coches con motores más grandes y otros sistemas de transmisión más complejos la factura comienza a engordar de forma considerable. Con todo, como mecanismo de función y ejecución tan sencilla, tan sólo tenemos que evitar caer en las manías y en los malos hábitos para asegurarnos que la vida del embrague dure lo máximo posible.

Fuente: diariomotor

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